En un principio el etiquetado de los alimentos fue creado con el objetivo de facilitar la información nutricional del producto al consumidor. ¿Realmente facilitan la tarea, o la dificultan?. Para los que estamos relacionados con el mundo de la nutrición y la industria alimentaria, es fácil hacernos una idea de lo que el producto nos va a aportar mirando la etiqueta. Pero, desgraciadamente la generación de nuestros padres, abuelos, hermanos mayores, digamos que se pierden entre tanto porcentaje y tanta cifra.
Lo que se ha detectado es que falta información, puesto que sin ésta la población no pueden interpretar, entre otras cosas, el etiquetado. La gente entiende que debe de comer menos grasas saturadas, que las dietas ricas en sal no son saludables, que hay que ingerir frutas, verduras y legumbres periódicamente, pero no saben las proporciones de macroelementos (proteínas, hidratos de carbono, grasas, etc), y si conocen esto, aplicar estas proporciones a alimentos y a la dieta rutinaria, es complicado.
Para solucionar esto se han propuesto varios modelos más simplificados, como el modelo «semáforo» que informa de si un alimento es sano o es de riesgo, mediante colores verdes, anaranjados y rojos. Las industrias alimentarias están completamente en contra de este sistema, puesto que se tendería a demonizar sus productos.
¿Cómo se pueden elegir los alimentos para conseguir una dieta sana?, lo primero sería informarnos sobre el concepto de dieta saludable y lo segundo es comprar productos «más naturales», es decir, vegetales en general, carnes y pescados, cereales, tubérculos y productos elaborados que no supongan un aporte excesivo sustancias que no están presentes en las materias primas de partida.
La regla de oro podría ser; Dieta saludable = información + dieta variada + ejercicio
el GUSTO de saber 
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